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LAHIRI MAHASAYA ASHRAM


Perdida entre calles estrechas y sucias, vacas sagradas y perros sarnosos, gente de toda índole y muchos monos, hay una casa-templo dedicada a Lahiri Mahasaya. Sin pretensión puedo afirmar que de acuerdo a la ubicación en donde me estoy quedando, soy su vecino, exactamente vivo a pasos de este Ashrama. Es muy complicado llegar al lugar, no existen nombres de calles ni ningún tipo de señalización que indique algo. Se accede recorriendo un pasillo destechado, y hay una hermosa puerta. Tuve que esperar que llegara el Prabú, que no tardó en hacerlo. Entonando mantrams abrió los grandes y duros candados y entró al recinto, atrás le seguía, éramos los únicos dos, el cantaba y mi persona soñaba. Al entrar se encuentra un patio que posee en tres de sus lados pequeños templos interiores. Todas las paredes están tachonadas con fotos de muchos Maestros, entre otros están Jesús, Krishnamurti, Yogananda, Ramakrishna y Babaji.

Lo más importante del lugar, es que en un sitio aparte, está el cenotafio que contiene las sagradas cenizas de Lahiri Mahasaya y en el lugar exacto donde reposan sus reliquias, hay una pequeña hornacina decorada con un “Om” en relieve y de color dorado. Lahiri Mahasaya se hizo muy conocido por ser el Maestro de Sri Yukteswar, el Maestro de Paramahansa Yogananda nombrado en su libro “Autobiografía de un Yogui”.

Como todos saben y en India más todavía, somos seres completamente libres e independientes, pero la libertad no impide el respeto, honra y devoción a quien da la Enseñanza Espiritual, que es la clave de una espiritualidad sana, feliz y exitosa, para poder lograr la liberación o Iluminación, el tener grupos y estudiantes nobles y numerosos. Abandonar, olvidar, desconectarse del maestro trae la ruina del estudiante, su desazón, perdida del sostenimiento de sus grupos y estudiantes. Peor todavía es cuando un tercero siembra en el corazón del estudiante calumnias contra su instructor y éste lo abandona creyéndolas.

Es como la familia, que aunque el hijo se vaya de la casa o tenga pareja, no quiere decir que no vuelva a ver a sus padres, a menos que sea un desalmado. Peor todavía es abandonar la familia porque la pareja o un amigo sembró maledicencia contra los progenitores. Por eso en India se ven cantidades de templos como este a Lahiri Mahasaya, donde todo es un reafianzamiento de la relación Maestro- Estudiante. Debido a ello a veces hay estudiantes que tienen varios Maestros y a todos los honran y por eso, a pesar de todo, la India es la tierra escogida para la siembra y continuación del Dharma. Incluso en occidente, los punteros del Dharma, la mayoría de las veces son “Corrientes de Vida” que llevan muchas encarnaciones de entrenamiento en India.

Al ver el lugar donde reposan las cenizas de Lahiri Mahasaya me postré ante ellas y le pegué la frente. En la frente está el “Chakra Frontal” por donde está la Visión Espiritual, y a veces por allí se pueden percibir muchas cosas como las radiaciones de los “Seres de Luz”. Diagonal a las cenizas de Lahiri Mahasaya hay un salón con la estatua en mármol de tamaño natural de Babaji en la posición de meditación. Este fue el Maestro de Lahiri Mahasaya y primer Gurú de este Linaje. La figura impresiona por su elocuente radiación. En la pared trasera, como telón de fondo, hay una importante foto de Monte Kailasa que está en el Himalaya, que es el enclave del Señor Shiva. En las paredes de los lados hay fotos de la cueva de Babaji en los Himalayas, que por cierto impresiona verlas, ya que es el único vestigio visible que se tiene de este maestro. En medio del salón principal del recinto hay un pequeño templo con la estatua de Lahiri Mahasaya, con su hijo que fue su mejor discípulo y su nieto quien continuó la línea discipular y dicho sea de paso, actualmente hoy todo está en manos del bisnieto Shibendu Lahiri, quien frecuentemente visita el sitio para impartir su Dharshan y otorgar el Kriya Yoga asunto que también lo hace donde es invitado y a quien se lo solicita.

En este ashrama todo se sostiene sin cobros ni especulaciones de ningún tipo. En la tarde fui al Arti, nadie más estaba sino el Prabu o Sacerdote y mi persona, dándole apoyo físico y espiritual, fue todo muy hermoso. Cuando todo terminó por la abertura del techo temerosamente comenzó a asomarse la luna en pleno creciente.

A pocos pasos de allí, en una casa despintada de azul y abandonada, está la que fue la residencia de Lahiri Mahasaya. Con encanto la contemplé con ojos ensoñadores del más allá, que rememoran renombradas líneas discipulares. Era una casa encantadora, perdida entre la vida y la muerte, el incienso, los excrementos, la mundanalidad y los santos de Vârânasî.

Vârânasî., 12, 11, 2016

Libro: “India”. Foto: Rubán Cedeño junto a donde están las cenizas de Lahiri Mahasaya

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