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AMOR RECOSTADO

En la Última Cena, Juan el Amado recostó su cabeza en el pecho de Jesús. Este es el gesto de amor más grande, noble y bello de todos los Evangelios.  Debido a esto, al referirse a sí mismo, Juan se decía: “El discípulo a quien Jesús amó”. Jesús y sus discípulos no se sentaron a la mesa, sino que se acostaron alrededor de la misma; en el segundo puesto de la punta se recostó el Maestro, porque este el puesto más importante, y delante de Él, Juan el Amado, para que en un gesto de extrema ternura, pudiera recostar su cabeza en el pecho de Jesús y le fuera más fácil.

 

Fragmentos del Libro “METAFÍSICA CRISTIANA”, de Rubén Cedeño.

Editorial Metafísica.

 


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