Emmet Fox siempre fue un estudiante, extrayendo la sabiduría de todas las áreas de la vida: de los libros, de las personas que trataba –tanto importantes como no importantes, no importa quiénes fueran ni su naturaleza, podían ser niños- y, sobre todo, de las historias surgidas de los seres humanos. Sin embargo, le dio la mayor deferencia de todas al Maestro Interno. Numerosos libros forraban las paredes de su apartamento como biblioteca. Tenía libros de poesía, arte, danza y, sobre todo, de espiritualidad.
Emmet Fox siempre lo que quería saber todo acerca de las cosas, la gente, la vida y el universo. Sus discos de música también develaban su amplio interés por la cultura. Le fascinaba escuchar discos de jazz y, sobre todo, de Mozart. Fox siempre tuvo su mente abierta para investigarlo todo. Al momento de su muerte, contaba con una biblioteca de dos mil libros de diversos temas.
Extraído del Libro “Emmet Fox, un ejemplo a seguir”, de Rubén Cedeño.
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