LOS ESTADOS UNIDOS Y FOX

Emmet Fox era un estadounidense de alma, vida y corazón; para su propia satisfacción fue procreado en los Estados Unidos, en el pueblo de Cohoes, a orillas del río Hudson, en New York, y por eso decía que tenía “Alma Americana”. Pero sus padres regresaron a Irlanda antes de que fuera dado a luz, y por eso nació allí, en la ciudad de Cork, el 30 de julio de 1886. Fox era un perfecto personaje característico de Leo, signo del Rayo Dorado que le otorgaba la Virtud Cósmica de la Lealtad, Cortesía, Dignidad y Gala Principesca, siendo todo un señor. El Ser de Luz que lo regía era el Señor Dios Sol Apolo y estaba bajo la influencia de la Cruz Fija o Latina, la que vio Constantino cuando oyó: “Con este signo vencerás”, y con este Patrón Electrónico del Maestro Jesús, venció Fox en el mundo.

Emmet Fox visitó a los Estados Unidos en 1930, y luego regresó a Inglaterra, a fin de presentar la solicitud para volver a entrar como residente permanente. Amaba mucho Inglaterra y Francia, pero más que a todos, a los Estados Unidos, y debido a ello estudiaba su historia, trataba de entender cada vez más perfectamente su idiosincrasia y se hizo amigo de algunos de sus estadistas. Como lo debe hacer todo metafísico, Emmet Fox oraba a diario por su país, por la paz mundial, el entendimiento entre las naciones, de la misma manera que oraba por sus amigos, sobre todo en los momentos de crisis.

Emmet Fox llegó a los Estados Unidos de Norteamérica en 1931, con una visa por seis meses; de inmediato, fue invitado a sustituir a un ministro en las clases de Metafísica que se dictaban en el centro metafísico de Unity, en New York, y se naturalizó norteamericano el día 21 de mayo de 1941.

Una de las delicias que más disfrutaba Fox era viajar por tierra a lo largo y ancho del territorio estadounidense.

Extraído del Libro “Emmet Fox, un ejemplo a seguir”, de Rubén Cedeño.

Editorial Señora Porteña.