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MAESTRO Y ESTUDIANTE

Una persona puede llegar a ser estudiante consagrado y merecer la atención de un Maestro solo cuando su vida vale algo en el mundo, cuando ejerce influencia en su esfera, cuando moldea y actúa sobre las mentes y los corazones de otras personas.

 

En la Jerarquía nada se pierde. Toda inversión de fuerza, por parte de un Maestro o Instructor, está sujeta a una sabia previsión y discernimiento. Así como no nos valemos de profesores universitarios para enseñar a los principiantes, tampoco los Maestros trabajan individualmente con personas, si no han llegado a cierta etapa de evolución ni están preparadas para aprovechar la instrucción.

 

Cada uno de nosotros es reconocido por el brillo de su luz. Cuanto más sutil es la materia de nuestros cuerpos, más brilla la luz interna. La luz es vibración, y por la intensidad de la vibración se mide la aptitud de cada uno. A medida que continúe el proceso de refinamiento, la luz interna brillará con claridad cada vez mayor, hasta que –cuando predomine la materia atómica- grande está la gloria del “Ser Interno”. En consecuencia, todos somos graduados de acuerdo a la intensidad de la luz, al grado de vibración, a la pureza del tono y a la claridad del color. Por lo tanto, de nuestra graduación depende quién será nuestro Instructor. Se dice con frecuencia que, cuando la demanda es suficientemente fuerte, el Instructor aparece. Cuando instruimos con la debida instrucción y nos ponemos a tono con la clave correcta, nada puede impedir que descubramos a los Maestros.

 

 

Extraído del Libro “D. K. MASTER”, de Rubén Cedeño.

Editorial Metafísica.


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