“QUE LAS ALMAS DE LOS HOMBRES DESPIERTEN A LA LUZ” es un decreto para despertar el “Ser Interno” en cada persona y en toda la humanidad. La expresión “Ser Interno” es más universal e incluyente que cualquier otro término; nadie lo rechaza, como en algunos casos cuando se dice “El Cristo”, porque, en el caso de los judíos, no todos saben que se trata de la traducción de la palabra, hebrea “Mesías”, y no precisamente de Jesús como fundador del Cristianismo; entonces, para algunos, el termino resulta antagónico.
Mientras la personalidad está envuelta en sus materialismos, enredijos emocionales, remolinos mentales, y el Cuaternario Inferior no le demanda la atención debida al “Ser Interno”, no lo llama, no lo evoca en la meditación. Este permanece recogido dentro de sí mismo, dentro de los Pétalos del Loto Egoico, en el Plano Mental Superior, en profunda meditación. Debido a esto, es llamado Padmapãni o el “Señor del Loto”, como si fuera un “Buddha Interior” recogido dentro de sí mismo, en la postura del Loto o “Padmãsana”.
Es un error garrafal de los que ignoran la verdadera Sabiduría Interna, que decirle a los estudiantes: “Que tu Cristo te Guíe”, “que escuchen lo que el Cristo les dice”. El Cristo puede sanar, dar prosperidad, hacer milagros, pero es muy probable que, si habla, no se lo escuche. Eso no es así de sencillo. Generalmente, lo que la personalidad puede escuchar son las voces de sus sentimientos, sus pasiones y los pocos resueltos pensamientos. Si se perciben algunas ideas, más o menos hermosas o altruistas, se las puede llamar correctamente “inspiración” o “tener cierto sentimiento”, pero no tiene mucho que ver con el sentido estricto de escuchar “La Voz del Alma”.
Un perfecto símbolo del Alma despierta en la Luz, lo encontramos en el personaje de Beatriz, en la “Divina Comedia” de Dante Alighieri, que acertadamente dibujó en sus grabados Gustav Doré.
Extraído del Libro “D. K. MASTER”, de Rubén Cedeño.
Comentarios